domingo, 24 de octubre de 2010

Tarcisio Pérez Aristizábal

Ojos negros

Con ojos negros y grandes…
mira mi pequeña niña;
yo le digo lo que mandes,
ella un ojo me guiña.

Y conmigo se sonríe…
en su patio metida;
y que la saque me pide,
ya que está aburrida.

Pero si no hago caso…
se le asoma el llanto,
y apresuro mi paso;
para que no llore tanto.

Y que aquella tristeza…
de mi niña no opaque;
de su rostro la belleza,
y de un ángel su toque.

Yo por ella doy mi vida…
y sin ella yo me muero;
es mi niña consentida,
y a quien yo más quiero.

Del cielo es un regalo…
el ángel de Dios la trajo;
y la cuida de lo malo,
reemplazando mi trabajo.

La niña es de mi hogar…
aunque es inquieta;
con ella me gusta jugar,
tengo mi vida completa.


El sombrero

Galante y altanero…
se veía mi abuelo,
con facha de montañero;
y listo para el revuelo.

Se vestía elegante…
y con su negro sombrero;
descalzo el caminante,
e íntegro caballero.

Decíanle Gardeliano…
en el momento propicio;
por lo negro y liviano,
pero es un Barbisio…

Contestaba muy sonriente…
aquel buen anciano;
con su camino urgente,
para llegar muy temprano.

Al corpus que se festejaba…
con ganados y colores;
San Isidro se alistaba,
para festejar en Labores.

Junto con mi abuelo…
y su manojo de ensueños,
que cultivaba con anhelo;
como todos los laboreños.

Queriendo salir de pobres…
para rehacer sus vidas;
y de verdad ser muy hombres,
y no faltar con las comidas.

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