domingo, 24 de octubre de 2010

Gabriela Rendón V.



Pulsa mi costillar

Alguien pulsa mi costillar, arranca notas.
Y esto sucede dentro del frío –lectore mío- dentro del frío.

¿Fui nada más que el reflejo de Gretel sobre las aguas
y guardábame en los bolsillos migas de sol?

Mírame ahora –lectore mío- tengo la garganta constelada por lejía,
el cuerpo cifrado, constelada por lejía, el cuerpo que careció de tiempo
para que senos y voz fueran tridimensionales.

¡Acuéstate temprano! –le digo al helicóptero.
Alguien llegará rigurosamente entre sombras.

Estoy bella, es decir, la pesadilla es bella.
¡Y ese tabaco incendiado en los labios!
Y pulsa mi costillar. De cúbito venal.
Lectore frío y pulsa tu costillar.




I

Quiero saber lo real maniáticamente.
Mis lágrimas relente no debo argüir, sólo sufrir, fluir
y en cada cristal nos vemos bailando rabioso.
Sé del espejo endemoniado, ese que me desea
configurar suprasedienta –seno plástico yo-
así me concibe: armazón de naufragios.
Quiero saber lo real fuera de márgenes,
cercenarme la piel paulatinamente, arrojarla
después a los perros hambrientos –nada de hombre-
sólo perros miserables.

II

Luna aguillotinada ¡bébeme!, ¡bébeme mucho!
Tanto como lo dicten tus encarnados unicornios.
Vente boca y cuernos a desplazarte
por mis acequias. Luna cobayo de mala suerte.
¡Seme semen mortífero! Devuélveme
como si claridad, al coma del eucalipto.

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